27/04/2018
Si hoy se reescribiera la fábula de los Tres cerditos, el lobo se llevaría una desagradable sorpresa. Encontraría una casa de paja robusta, ecológica y tan eficiente que puede prescindir de la calefacción y el aire acondicionado. La construcción de viviendas con paja recupera su vieja gloria. En las últimas décadas ha ganado calidad y se ha convertido en una de las formas de bioarquitectura que mejor y más garantiza la salubridad del ambiente interior. "Una vez que has dormido en una casa de paja, no querrás volver a una construcción convencional, son muy acogedoras", sentencia Rikki Nitzkin, coordinadora de la Red de Construcción con Paja, asociación sin ánimo de lucro creada en 2005 para promover estas construcciones.
Cierto es que la paja es uno de los métodos más antiguos que se conocen y combinada con el barro se ha utilizado durante miles de años. Pero es con el invento de la máquina embaladora, a mediados del siglo XIX, cuando empieza a usarse la paja empacada para construir. La forma actual de edificar con balas de paja comenzó en los años setenta del siglo pasado. "Y en estos momentos está integrada completamente en la construcción en Francia, Alemania y Austria —en estos dos últimos países existe una bala certificada—", dice Alejandro López Altuna, arquitecto y socio fundador de Okambuva, empresa bioconstructora.
En España, las primeras casas son de mediados de los años noventa, la mayoría edificadas por los mismos propietarios con el fin de abaratar costes. "Hoy se calcula que puede haber en torno a 500 viviendas", según Nitzkini. Una cifra que queda lejos de Francia, donde se estiman más de 6.000 edificios, alguno de ocho plantas, y se construyen unos 500 nuevos cada año.
Actualmente, sus principales clientes ya no persiguen viviendas baratas, sino ecológicas y saludables; huyen de la construcción llena de materiales tóxicos. Además, la paja es un material aislante que consigue ahorros energéticos que pueden ir del 50% al 75%. "Es seis veces más aislante que cualquier material que exige la normativa de construcción española", dice Iñaki Urkía, arquitecto que ha levantado su casa de paja en Navarra y presume de que su consumo energético es la décima parte que el de una vivienda convencional.
Además, al ser un desecho agrícola tiene una huella ecológica mínima. "En su producción una casa de paja consume 50 veces menos energía que una de hormigón", asegura Nitzkini. "Decimos que compensa las emisiones de un coche de clase media que recorre 300.000 kilómetros", añade López Altuna. Este arquitecto recuerda que en el mundo se cultivan más de 600 millones de hectáreas de cereales. "Por cada tonelada de cereal para comer generamos 1,5 toneladas de paja cada año y más del 90% se quema. Se calcula que solo en Alemania con la paja que sobra cada año se podrían construir 350.000 viviendas", explica.
El material que se usa son los fardos o pacas de paja que se compran al agricultor a un precio de un euro (cuatro euros con la puesta en obra). Si se colocan las balas planas, se necesitan tres por cada metro cuadrado de pared y dos si se ponen de canto. Aun así, el mercado se está profesionalizando y desde hace dos años se fabrican en España paneles prefabricados de madera y paja en serie, como alfaWALL, la marca desarrollada por Okambuva. Con estas estructuras (cuestan 130 euros el metro cuadrado sin revestir ni colocar) se puede montar una casa de 100 metros cuadrados en tres días.
Los fardos tradicionales se pueden colocar de dos formas: construir muros portantes, usando la bala como si fuera un bloque o un gran ladrillo; o construir estructuras, preferiblemente de madera, y usar la paja como relleno aislante en los muros. "Las paredes resultantes tienen entre 40 y 50 centímetros de grosor y en total se necesitan entre 200 y 300 pacas", señala Urkía.
Santiago Martínez es el dueño de una vivienda de 100 metros cuadrados en Murcia en la que las pacas de paja se usan como cerramiento. La casa tiene estructura de madera, revocos de arena y cal, y techos con planchas de corcho. "Estos materiales generan un ambiente interior más sano que el cemento, los aislamientos químicos y las pinturas plásticas". Además, "no tiene aire acondicionado, a diferencia de las casas de alrededor; en verano, en días que se han alcanzado 42 grados, en el interior había 25", cuenta. Para el invierno dispone de una pequeña estufa que funciona con cáscara de almendra.
Esto es así porque este tipo de construcción evita los puentes térmicos. "La construcción de paja tiene un retraso de siete a diez horas. Si situamos la hora más calurosa a las 14.00, este calor no entra en el edificio hasta las 24.00, de forma que mediante la ventilación podemos reducir la temperatura sin utilizar sistemas de climatización", resume Jordi Corominas, experto en construcción con paja que ha realizado un estudio a partir de la recogida de la temperatura y la humedad de distintas tipologías de inmuebles.
Es importante que la paja esté revestida, preferiblemente con materiales naturales y transpirables, como cal o tierra arcillosa, porque es lo que la protege del fuego y la humedad (estas construcciones cumplen la normativa de protección frente al fuego) y le confiere la inercia térmica que necesita. De ahí que la paja nunca se vea y que el aspecto exterior sea como el de cualquier vivienda.
Menores costes
Que estas construcciones son más baratas es una verdad a medias. Si se autoconstruye cuesta menos de la mitad que una convencional. "Esto es muy común, ya que la paja y el barro son materiales que invitan a ello", comenta la coordinadora de la Red de Construcción con Paja. De hecho, por todo el mundo, también en España, se están impartiendo talleres donde se enseña a los particulares a levantar muros de paja. Es lo que ha hecho Jairo García, que se está construyendo una casa de paja en Gijón. "La estoy haciendo yo, me formé en este tipo de construcción en Canadá y en Francia; opté por ella porque los materiales son de origen natural, es una casa sana, no hay ningún material químico ni nocivo para la salud y porque es muy aislante, no voy a poner calefacción".
Algunos propietarios hacen estos cursos y colaboran como peones, pero siempre bajo la supervisión de un profesional. Y otros encargan el trabajo a alguna de las pocas constructoras especializadas que hay en España. En este caso, "el coste es comparable con la construcción convencional y, en algún caso incluso, más alto porque la mano de obra para estas casas es cualificada, hay pocos oficiales y pocas empresas que trabajan o se atreven a trabajar con materiales naturales", dice el arquitecto de Okambuva.